Lo que nos toca!. 29/05/2020.

Todo comenzó normal como cualquier día de la semana; la consigna era elaborar fideos caseros con espinaca. Una combinación perfecta de comida sana, sin conservantes y económica, ya que la familia Beltran cuenta con gallinas ponedoras y en forma de trueque nos facilita huevos frescos a cambio de una parte del producto; también fomentamos el cooperativismo familiar, esa rara y antigua actitud nunca valorada, hasta que la perdemos por desidia o apatía a los mayores, que preocupados por la salud de sus hijos, hacen un esfuerzo económico por mantenerlos bien alimentados. A simple vista, es solo herencia cultural de nuestros abuelos, que en su mayoría padeció alguna hambruna en sus vidas, por lo cual todo circula y confluye, en “la buena comida”; pero esencial en el desarrollo de sus futuros, ya está perfectamente demostrado: la niñez desnutrida, no tiene esperanza de vida!.

Así que Yanet estuvo procesando la espinaca con huevo, uniendo ingredientes la noche anterior, pues forma parte del ritual en la vieja receta familiar. Desocupamos la mesa, armé la amasadora, comencé a cortar el bollo en finas rodajas y saltó la primera contraorden:

_No las cortes tan finitas!.

_Por?, después de amasadas tenés que partirla para que no salgan fideos de 50 centímetros!.

_No tiene nada que ver; es más fácil y lleva menos tiempo amasarlas.

No es la primera vez que me toca participar solo como ayudante; ya tengo vedadas por defecto las opiniones culinarias!, cuando en realidad he cocinado casi toda mi vida, leído recetas de libros enormes, escuchado a mi Santa Madre recitar de memoria las mezclas sin medir cantidades de ningún ingrediente; solo por intuición cocinaba!; no se si era el hambre o mi enfermiza adoración por ella, pero igual todo le salía rico. Pero en nuestro contrato matrimonial, seguramente no leí la letra chica, donde seguramente aclaraba sus derechos irrefutables a oficiar de único Chef certificado. Cerré la boca y seguí cortando un poco mas grueso. Corrí al primer punto la amasadora, abocándome al único acto permitido: dar vuelta la manija en sentido horario, mientras ella los extendía y enharinaba sobre la mesa.

Cuando pasamos al segundo punto de amasado, veo que al estar alejado de las partes a procesar, las acerco a mi brazo izquierdo apilándolas más cerca.

_Que hacés?, no ves que pegotean si las apilas.

_Pero si ya les pusiste harina!. Las acerco para no extender tanto el brazo.

_Claro, como no te va a doler el brazo si te la pasas todo el santo día encerrado en tu bunker sin agarrar un poco de aire puro!. Ahí, ya mi instinto de supervivencia tiró la primer alarma; que relación tiene mi dolor en el brazo?.

Pero fue inevitable, siguió una brutal descarga de facturas atrasadas; todas en relación a mi predilección por cuidarme y respetar a rajatabla la cuarentena; no dejaba espacios o silencios para poder defenderme o retrucar sus dichos ofensivos hacia mi persona!. Así comenzó una batalla encarnizada; que siguiendo las normas en la historia universal, de recordar las batallas por supremacía de acuerdo al lugar o hecho que la desencadenó, titule como: “La batalla de los fideos”. Fue una verdadera masacre de egos; cada frase que me pegaba venía con mas decibeles y para poder responder el fuego enemigo le imprimía mas volumen a mis descargos y por reflejo involuntario mas velocidad a la amasadora!. En resumen, amasamos y cortamos dos kilos de fideos caseros en pocos minutos y a los alaridos; salieron muy ricos, aceptables; luego del secado como que se enredaron misteriosamente, pero quedó demostrado entre nosotros la vieja falacia: las recetas hechas con amor, siempre saben mas ricas!.

Así llevamos el día a día, disfrutando las 24 horas juntos; pues a pesar de todo, es lo que nos toca, y podría ser peor!.


Los Vacunáo