La Bestia. 11/07/1985.

Supuestamente, ahora tenemos una moneda estable y con un Austral podemos comprar un Dólar; pero mi recibo de sueldo aun sumando el aguinaldo parece “nada”, como si le hubiesen cortado una parte, me faltan un montón de ceros en relación al de mayo. El gran dilema sigue siendo en que invierto los pocos australes que me sobran!, ya que para comprar comida tengo la tarjeta Cabal, y gracias a Nestor que nos regala los tarros de leche Nido, lo voy piloteando como puedo, siempre con la rigurosa actitud de patear la pelota para adelante. Estos últimos años, con la enfermedad que ligó Juanpi, son varias veces al mes que viajamos a Rosario, así que decidí unilateralmente comprar un autito viejo, como para ir arreglándolo y no tener que andar mendigando a mi viejo o mis suegros que nos lleven.
Lo comento con mi compadre Huguito, que sabiendo mi poder adquisitivo sugiere su preferencia por uno de esos refrigerados por aire de bajo mantenimiento; según Javier, un amigo en común, los podías desarmar en el jardín de tu casa; o sea, ya está haciendo futurología, el único inconveniente es que no me atrevía a tanto, pero el siempre positivo dijo:
_No te hagas drama!, yo tengo manuales de despiece de casi todos los autos viejos. Claro, el padre tiene una casa de autopartes y él no le hace asco a nada!; a desarmado todo lo que cayó en sus manos. Así que acordamos el viaje con Hugo en su Renault 4L y pasamos a buscar a Javier, que con los clasificados del diario La Capital nos ayuda a buscar un auto. Como es costumbre, comienzo por lo más lindo: Peugeot 404, Renault 4L, Fiat 600; pero es inútil, con mi presupuesto, no llego ni a la mitad de esos, por lo que Javier me aconseja:
_Bajá un cacho Paco, mas vale encará por: dame toda esta plata en auto!.
Si, es la mejor opción, entonces empezamos a buscar por la cantidad que yo disponía e íbamos recorriendo por los barrios, ya que en los clasificados no se veían de este monto. En la calle Italia vemos varios, por lo que nos separamos a preguntar para hacer más rápido; toco timbre en una casa donde sobre la vereda estaba con un tarrito arriba, un Renault Gordini (o lo que parecía un Gordini), abollado por donde lo miraras, color verde oliva mesclado con oxido, totalmente desmantelado por dentro, solo las dos butacas delanteras y volante deportivo. El dueño me lo pintó como un auto económico, que nunca tuvo problemas; después me cuenta de su abono de grúa, de su amigo mecánico; estaba escuchando el famoso doble discurso, igual desoí los comentarios de mis amigos, ya que me alcanzaba para pagar y me sobraba algo para reparaciones; que puede salir mal!.
Después de cerrar el negocio, volvemos a mirarlo en la vereda; lo único que tenía impecable era una calcomanía con la leyenda: “No soy Falcon verde, ni lo quiero ser”.
Nos despedimos con la promesa, de volver el viernes, a pagarle y llevar el auto; después nos enteramos que el flaco dueño del auto, le había comentado a su mujer: este no vuelve más!; claro, no me conocía, nunca imaginó alguien tan temerario, que se llevara La Bestia. Cuando llegué a casa comentando mi posible negocio, todos me miraron con desconfianza, era medio increíble un auto por ese precio; siempre tratando de justificar mis acciones, oculté un poco los detalles, solo aseguré que estaba en marcha, funcionando normalmente y tenia toda la documentación en regla.
El viernes salimos con Hugo y mi hermano Yimi, viajando en colectivo para ahorrar algo, con todo el efectivo a buscarlo. Ni bien nos recibió la familia del dueño, parecían tan felices!, como quien recibe una gran noticia!; mi hermano empieza con sus comentarios irónicos cuando vé lo que era el auto!. Nos sentamos en el comedor de su casa, hicimos el boleto de compra venta, me comenta que lo vende para poder pagar la instalación de gas natural, que de otra forma, nunca lo vendería; nos despedimos, me da las últimas recomendaciones y más dramáticas: la llave de luces original, se quemó, pero tenés una llavecita colgada abajo del tablero para encenderlas; el caño de escape tiene un agujero, por eso hace tanto ruido; el cuenta kilómetros no anda; las puertas traseras no cierran bien; y como para cortar la lluvia de malas noticias, pregunto:
_Y la bocina?.
_Ah no, la bocina es lo único que no hace ruido.
Me dá un lote de repuestos para frenos y nos saluda toda la familia del flaco, como si despidieran a un integrante más, un pariente!. Salimos rumbo a nuestro pueblo, ni bien llegamos a la Avenida Ovidio Lagos, se apagan las luces delanteras!. Nos detenemos en una estación de servicio, probamos algunas posibilidades sin solución alguna; nadie en su sano juicio, intentaría viajar 60 kms de noche!, yo sí; era peor no poder volver sin avisar a la familia, esperar luz solar al día siguiente o dejar abandonado a la Bestia en el peor barrio de Rosario. Por suerte Huguito había traído una linterna; además gran parte del camino nos chupamos detrás de un camión que viajaba despacio. El viaje se torna demasiado largo y peligroso: si bien la temperatura es muy baja, no podemos cerrar las ventanillas pues los gases del escape viene directo al habitáculo; mi hermano Yimi, sentado en un cajón de madera viene con los brazos extendidos sujetando las puertas traseras para que no se abran en pose de crucificado; debido al enorme ruido de escape libre, no se le entiende nada, solo le veo los ojos con lágrimas aun riéndose, pero supongo me viene insultando; Hugo riéndose a carcajadas viene con su brazo derecho cuasi congelado, alumbrando con una linterna la línea de la banquina; por los agujeros de los pedales, viene una ráfaga polar que ya me congeló los genitales; me arden los ojos por los gases y por el terrible esfuerzo que hago para observar la ruta; como tampoco funciona el medidor de combustible, y no pude llenar el tanque por razones económicas obvias, la incertidumbre es total!. Pero llegamos sanos!. Dejo a Hugo y Yimi con el sacro juramento:
_Con vos, nunca más Paco!. Buscate otro acompañante tan loco como vos.
Cuando entro a la cochera en casa de mis padres, salen todos recibir mi adquisición; eran bromas, cargadas, preguntas insidiosas sobre que pensaba hacer con “eso”; pero realmente se puso áspero el clima, cuando la Yanet lo vió!; hizo un gesto como de olfatear olor desagradable, giró bruscamente en 180 grados, y a pasos largos se metió en la habitación para no insultarme.
Haciendo un balance sobre mi compra, es aceptable los números finales; pero en realidad, demasiado caro con la Gallega, no me dirigió la palabra por una semana, ni me autorizó sexo por más de quince días!.

Los Vacunáo