Tirale arena!. 13/02/1995

Ya llevábamos una semana en Las Grutas, y habíamos escuchado de una playa cercana, donde según nos contaron, había mejor arena y mucho más playa en marea baja; cuando La Gallega recibía semejante dato turístico, se ponía como fiera cebada con carne humana; podías distraerla con oro, pero volvía a encarar el tema una y otra vez hasta ganarme por cansancio; así que insultando mi suerte, comunique a mi familia que mañana saldríamos temprano a buscar la playa Piedras Coloradas. 

Ni bien salimos del camino asfaltado, empecé a mirar el piso con miedo; las piedras puntiagudas era enormes, nuestro Renault Gordini demasiado bajo, gracias a la cantidad de kilos que cargaba; además tenía bien claro que una simple rotura, sin herramientas necesarias, en el medio de la nada, era demasiado temerario!. 

Nos habían asegurado que eran solamente 5 kilómetros de distancia, pero a nuestra velocidad crucero por ripio, era casi una hora de viaje; las respectivas preguntas de toda la familia: 

_Falta mucho?. 

Ya estaban exasperando los ánimos, el calor adentro del Gordini era sofocante, no alcanzaban las ventanillas para insuflar aire a los pasajeros, y por fin vemos el cartel con una flecha que indicaba: Piedras Coloradas!. Ni bien detuve la marcha, en algo similar a un estacionamiento, pues solo había un Renault 12 y sin nadie a la vista, surgió la pregunta:

 _Será acá la playa?. 

Contesté solo con una mirada burlona, pues si esta no era, no pensaba seguir de safari por este desierto. Así que comenzamos la rutina de bajar el campamento de nuestro Gordini y acomodarnos más cerca del mar, ya que la marea estaba muy baja. Notamos una briza bastante fuerte soplando desde el mar, no teníamos demasiada información si eso era normal!; igual nos instalamos donde decidió la jefa, a pleno sol y sin sombra, ya que con la pequeña briza, seria misión imposible mantener cualquier sombrilla.

 _Ustedes vayan a caminar por las piedras, yo me quedo aquí tomando sol. Dijo La Gallega; por lo tanto obedecimos, y salimos a buscar pulpitos por las piedras, ya que también nos sugirieron ese tipo de pesca; todo nuevo, nunca habíamos visto un pulpo en vivo!. 

Cuando ya estábamos en mediodía, mis hijos comenzaron a preguntar por la comida: 

_No veo nada cerca para comprar comida, así que lo único que tenemos son seis panes de panchos y seis salchichas. 

_Y donde las vas a cocinar Papi?.

 _Tengo el calentador y la olla en el baúl del auto. Así que al volver donde supuestamente estaba Yanet, fui hasta el auto y traje todo para cocinar las salchichas. 

_Trajiste todo Paco, porque el muchacho que atiende el puesto, solo vende agua mineral. 

Me señaló un pequeño quincho en madera, y vi al vendedor!. Era un flaco con esos físicos que son la envidia de todo hombre; alto, bronceado color cobre, musculoso, con malla demasiado ajustada en las ingles; y por supuesto que ya la Señora tenía todos los datos y referencias del lugar, ya que había estado conversando con él; como ya la conozco, tengo visto ese tipo de miradas; que en otros tiempos era solo para mí, pero el tiempo pasa y vamos perdiendo el encanto; por lo que debemos lidiar con esos flirteos o morir de angustia. Cuando este muchacho paso corriendo delante nuestro para ir al mar, ella muy certera dice: 

_!Que físico!. 

Se que puede ser solo para darme celos, veníamos mal en la relación de pareja, eso sumado a la poca intimidad durante los días de vacaciones, ya que dormíamos los cinco en la misma carpa, ya parecíamos socios en desgracia, más que un matrimonio con hijos. Puse en práctica toda mi ironía y le contesté: 

 _Umm, seguro que algún defecto tiene Mami, no?. 

Obvio que se hizo la ofendida al verse en offside, se puso de pie frente a la briza del mar, dejando ver toda su figura esbelta, con su abundante cabellera ondeando al viento y si!, la amo demasiado para perderla por una escena de celos; es mi único vicio, mi talón de Aquiles; y aunque a veces parece salida del mismísimo infierno, es mi único cielo!. 

Mis hijos insisten por el almuerzo, así que dispongo a encender el calentador a gas; pero con semejante viento era imposible; tampoco veo un lugar al reparo, por lo que se me ocurre la brillante idea de meter el calentador, dentro de un balde plástico!. Puedo encenderlo, me siento a ver hervir las salchichas, tranquilo ya que había superado el obstáculo; fueron unos minutos, pues había puesto la llave al máximo, comienza a hervir el agua y de repente veo llamaradas que venían de abajo del balde!. Me tildé, quedé paralizado ante semejante horror; por suerte mis hijos se alejaron gritando, yo ni siquiera pedía auxilio; escucho una voz del más allá que grita: 

_Tirale arena!. 

Recién ahí reaccione, era con arena que se asfixia al fuego; que animal, si ya en la escuela primaria me habían enseñado para que eran esos baldes rojos con arena!, y estaba rodeado de miles de metros cúbicos de arena. Cuando se apagó, se arrimó la voz del más allá, que era otro turista, riéndose del flaco estúpido que casi explota un calentador a gas!. 

_Que susto flaco, no?. 

_Si, gracias por el consejo a tiempo, amigo; pero me bloquié. 

_Si, es cierto, a todos nos pasó en algún momento; tranquilo pibe, ya pasó. 

Volví agradecer su inapreciable ayuda, y me desinflé en la arena, solté miles de insultos a mi interior, no podía ser más pelotúdo (si, con mucho énfasis en el acento prosódico); puse a toda mi familia en riesgo, a mi único tesoro; ahí en el medio de la nada, ninguno de nuestras familias sabian por donde andábamos!; me sentí menos que Gregorio Samsa, casi al borde del llanto. Se arrima La Gallega, no sé si con ternura o sobrándome, me acaricia los hombros y lanza el: 

_Habrá quedado algo para comer?. 

Nos arrimamos nuevamente a ver que existía del almuerzo, se veían bien cocidas las salchichas, así que armamos los panchos y nos sentamos almorzar. Eso si, estaban algo crocantes los panchos, tenían algo de arena como condimento!. 


 

Los Vacunáo