Papá!. 17/11/1985

Hoy es el cumple de mi ahijada Julieta, y estamos invitados a los festejos en la Ciudad de Casilda; pero ahora que los Achaval Hernandez estamos semi motorizados, haremos el pequeño raid Bigand/Firmat/Casilda/Firmat/Bigand en nuestro Frankenstein mecánico. Salimos para Firmat ni bien terminé mi horario laboral, ya que nos esperan Nestor y Marina con sus típicas milanesas con papas fritas; almorzamos, pido gancho para tirar una siesta, y comienzan los preparativos con vestimenta de gala, para viajar a Casilda. Todos nos cambiamos rápido, Marina baña y viste a Belu (la bebé), Horacito se quiere quedar con los abuelos, así que nosotros tres: Belu, Juanpi y yo, esperamos a que Yanet termine toda su ceremonia en la habitación; cuando al fin sale del cuarto toda producida para la gala, estaba radiante; Juani, su peluquero amigo, le había practicado un corte muy moderno, sumado a su abundante cabellera con reflejos dorados; su blusa de bambula rosa, la ajustada minifalda blanca que redondeaba perfectamente sus curvas y dejaba ver sus piernas bronceadas, mas recargada con toda su biyuterie, se veía como toda una diva!; es una diva y ella lo sabe!, lo cual la hace impredecible. Todos nos quedamos mirándola, y en un arranque de admiración le dije:
_Que hermosa estas!.
Realmente lo dije con toda mi expresión, no oculto mi adoración por su figura, aunque a veces no suene bien, pues pueda presentir un orgullo machista u ostentarla de mi propiedad, es la madre de mis tres hijos, y no puedo dejar de sentirme feliz por eso!. Pero sin dejar de clavarme sus temerarios ojos negros, simulando un acto de bailarina española; esa pose de flamenco que levanta el brazo derecho curvándolo, girando su cabeza al mismo lado, su brazo izquierdo extendido hacia abajo y dando un golpe de tacón, me tira un:
_No se para que mierda me visto con mi mejor ropa, si con el calor que va hacer en ese auto de mierda, voy a llegar toda transpirada y despeinada!.
Si, en verdad tiene toda la razón, pero es lo que hay; así que me encojo de hombros y escucho a su abuela Mercedes, que meneando la cabeza dice:
_Ay esta Yanecita!.
Descubrí que mi Gallega, resulta ser el mejor antídoto para contrarrestar mi superego; ni bien presiente que mi ego intenta un límite más que el inferior, lo parte en mil pedazos, y no conforme con eso, entierra bajo todos sus prejuicios pedacito por pedacito, por si intento armar lo que queda por el suelo!.
Subimos los cuatro a nuestro Renault Gordini, bajo ceremonia de despedidas y señal de la cruz cristiana de parte de la abuela Mercedes, partiendo por la Ruta Nacional 33 rumbo a Casilda. Como era de esperar, por cada 5 kilómetros recorridos, subía un grado de temperatura el ambiente dentro del habitáculo, Belu (la bebe), en brazos de su madre, le sumaba algo más de temperatura al clima estival; por suerte Juanpi, el más calmo de todos, prefería viajar atrás, pero parado contra los asientos delanteros, visualizando todo el paisaje perfectamente, ya que la velocidad crucero de 60 kms/hora daba tiempo de contar las mariposas que cruzábamos por el camino; el único inconveniente se presentaba cuando pretendía mirar por el espejo retrovisor interior, solo veía su carita con sonrisa chueca y su corte de pelo a lo Carlitos Balá.
Cuando íbamos llegando a Sanford, el pueblo unos kilómetros antes de Casilda, el clima era bastante denso, los ánimos de mi Gallega eran incuestionables, y se sumergía en un profundo silencio, eso solo era presagio de guerra!; aminoro la marcha para detenerme en el primer semáforo y siento a Juanpi tocándome el hombro con su dedito índice:
_Papá, papo.
No se le entendía muy bien al pobre, no habla mucho, culpa de su problema mandibular no abre bien la boca, le cuesta mucho emitir algunos vocablos; eso no lo imposibilita por darse a entender, ya que siempre cuenta con su hermano mayor, su intérprete consanguíneo, que justamente no estaba con nosotros.
_Que pasa Juanpi?.
_Papo Papá!.
Mirando por el espejo retrovisor lo veo con carita de preocupación, ya no tiene su habitual sonrisa.
_No te entiendo Juanpi, que querés?.
Yanet que venia jugando con Belu, ese montoncito de rulos y ojos, nota nuestra pequeña conversación y pregunta:
_Que le pasa?.
_No se, que se yo, creo que dice papo.
Es cuando ya agregándole más volumen a su vocecita y algunas lágrimas, me toma el hombro con toda su mano.
_Tí, papo Papá.
Ya medio molesto, no entendía lo que le pasaba, giro la cabeza para hablar con el; su mirada de desesperación hacia la luneta de nuestro Gordini, arrastra la mía y ahí entiendo por fin!.
_Un sapo!.
Creo que si hubiese gritado fuego, no resultaría tan espantoso para la Gallega. Veo a un gran sapo verde amarillento, saltando en la luneta sobre el regalo de cumpleaños!. Baje del asfalto, nos tiramos del auto rápidamente, Yanet dando pequeños saltitos y enormes alaridos con Belu en brazos, saco a Juanpi por arriba de los asientos delanteros y nos quedamos los cuatro mirando el rotoso Gordini, casi como viendo un bote que se hunde y lo pierdes en el fondo del lago!. Yanet ve a una vecina sentada en la vereda, la cual ya se arrimaba a preguntar cual era el accidente y le pide:
_Ay señora, no me presta una escoba?.
La petición desconcertó a la señora; a quien se le ocurre detener un auto en la banquina y pedir una escoba!.
_Una escoba?.
Claro, la repregunta era de esperar:
_Para que quieren una escoba?.
Yanet casi a los gritos, como si la señora fuera hipoacúsica.
_Si, una escoba para sacar un sapo!.
Ahora si, la señora estaba más confundida que antes!.
_Un sapo?, en el auto?.
Y ahí viene planeando la factura atrasada de Yanet, con intereses y moratoria incluida:
_Si, si, este auto de mierda hasta sapos tiene!.
Por más que fehacientemente se, lo dice para ofenderme, es cierto, a quien le aparece un sapo saltando en la luneta del auto?. La mayoría prefiere un perrito que mueve la cabeza; un payasito con cuerpo de resorte; un gatito de peluche; pero, un sapo gordo y con vida?, solo a nosotros nos puede pasar.
Con ayuda de una escoba, logre convencer a don sapo bajarse de nuestro auto y supongo por mucho tiempo fue literalmente tildado como “sapo de otro pozo”. Continuamos el viaje a Casilda y vaya a saber uno por que misterioso hechizo, la Gallega había cambiado su humor; no hacía más que reírse y repetir:
_Un sapo en el auto!, no, no.
Mirándome con sonrisa burlona, sacudiendo su hermosa cabellera hacia ambos lados. Me duele la burla, pero el solo hecho de verla más animada, me alegra el resto del viaje!. Obviamente, al llegar a destino, luego de los saludos correspondientes, la Gallega se encargó de relatar con lujo en detalles, el anecdótico viaje; menos el supuesto paso de un sapo sobre el regalo de cumpleaños

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